Soñé que me encontraba en un lugar

rodeado de feroces guerreros,

y para salir de ahí,

tenía que vencer a tres de ellos.

Utilizando una katana,

derroté a los dos primeros;

sin embargo, para luchar contra el tercero

debía utilizar una espada enorme

y muy pesada.

Con mucha dificultad,

empecé a luchar contra él…

Entonces desperté.

No sé cómo terminó el combate

o si todavía estoy combatiendo.

Contemplaba una pintura

en la cual aparecían

varios animales.

Noté que los ojos de un alce

empezaron a moverse;

después,

este animal se salió de la pintura…

se hizo “realidad”.

    Dos seres descendían por una pared de mi casa. Uno era alto y el otro era de baja estatura. Los dos parecían humanos, pero eran muy delgados. Su ropa era ajustada y los cubría completamente. Usaban una especie de capucha o pasamontañas. Mi hermana y yo los vimos. Al bajar ellos, les pedí que se quitaran las “capuchas”. El más pequeño se la quitó. Era un alienígena. Entonces desaparecieron.

    Era de noche. Vi en el cielo dos “objetos luminosos azules”, los cuales se juntaron y formaron un platillo volador del cual descendieron muchos alienígenas: altos, delgados, con la cabeza alargada y similar a la humana. Empezaron a interactuar con la gente… parecían amigables…

    Desperté.

    Vi un animal inexistente; era como una serpiente cobra, pero con cuatro patas como las de un lagarto; y en vez de arrastrarse, caminaba. Medía unos 50 centímetros, aproximadamente.

    Quizás era el Altangatufun, un ídolo adorado por los antiguos guerreros Calmucos (Mongoles) que, según sus creencias, los hacía invulnerables en las batallas.

    Mi papá y yo fuimos a una biblioteca. Extrañamente, yo andaba descalzo; por esa razón, no nos dejaron entrar. Entonces nos fuimos; pero yo iba como saltando, como flotando; cada paso que daba era enorme…

    Llegué a una casa que, supuestamente, era la mía. Ahí estaba mi mamá. De repente, vimos unos leones debajo de una mesa. Querían atacarnos…

Así que nos escondimos.

Después de un rato, salimos… ¡y los leones ya no estaban!

No recuerdo la fecha de este sueño.

    En un restaurante, unos hombres peleaban utilizando cuchillos, lo cual para ellos era como un juego.

      En ese peligroso “juego”, un hombre resultó herido.

    Salí de ese lugar, y entonces una mujer misteriosa, aparentemente buena, se acercó a mí con hierbas medicinales y con una niña llamada Carola que, al parecer, era mi hija o tenía algún vínculo familiar conmigo.

    Anduve por calles diferentes, extrañas y peligrosas; “alguien” me acompañó en ese recorrido, pero no recuerdo su rostro, ni su nombre; creo que era un “ángel” o algún ser benéfico, pues me protegió en todo momento.

    Al final, tuve que atravesar un lodazal; el lodo me llegaba casi a la cintura, pero superé ese óbice y regresé a mi casa sin daño alguno.