Símbolos

La Higuera

    La Higuera es un árbol muy importante en diversas culturas y religiones (Judeocristianismo, Hinduismo, Budismo, etc.) y es mencionada en sus textos sagrados.

    Por ejemplo, según el Génesis, la Higuera estaba presente en el Jardín del Edén. Adán y Eva se cubrieron con hojas de Higuera después de haber comido del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, al darse cuenta de que estaban desnudos:

En ese momento se les abrieron los ojos

y tomaron conciencia de su desnudez.

Por eso, para cubrirse, entretejieron hojas de Higuera.

(Génesis 3:7)

    Debido a sus características, tanto la Higuera como sus frutos, los Higos, tienen una simbología muy variada:

    La Higuera puede fructificar de manera abundante en terrenos distintos; por esta razón, representa la productividad y la prosperidad.

    El Higo es rico en carbohidratos y fibra, contiene muchas vitaminas y minerales, aporta energía y previene diversos padecimientos (especialmente del sistema digestivo); de modo que simboliza vitalidad y salud.

    Con respecto a las propiedades curativas de los Higos, en la Biblia (2 Reyes 20:1-7) se cuenta que el rey Ezequías estuvo gravemente enfermo a causa de una llaga o úlcera y logró sanar gracias a una “pasta o masa de Higos” que el profeta Isaías ordenó aplicarle en la llaga.

    La Higuera es símbolo de protección, pues este árbol suele tener una frondosa copa que protege de las inclemencias de los rayos solares.

    Los Higos tienen forma de testículo y contienen numerosas semillas en su interior, por lo cual simbolizan fecundidad, fertilidad.

    En la Biblia también se hace referencia a la Higuera como símbolo de paz. He aquí un ejemplo:

Ya no alzará su espada

nación contra nación,

ni se adiestrarán más para la guerra.

Cada uno se sentará

debajo de su Higuera,

y nadie perturbará su paz.

(Miqueas 4:3-4)

    En el Hinduismo, la llamada “Higuera Sagrada” o Ashvattha, cuyo nombre científico es Ficus Religiosa, es mencionada en textos como el Mahabharata (una epopeya de la India) según el cual “el hombre que adore el Ashvattha diariamente, adora el Universo entero”; en el Padma Purana (un Libro Sagrado del Hinduismo) se afirma que “una persona obtiene mayor beneficio espiritual plantando un Ashvattha que realizando cientos de sacrificios”; e incluso Krishna (deidad hindú) afirma en el Bhagavad Gita: “entre todos los árboles, Yo Soy el Ashvattha”.

    Precisamente en el Bhagavad Gita, el Ashvattha es descrito de manera simbólica como un árbol que tiene sus raíces arriba (Espíritu) y sus ramas abajo (Materia). Es un emblema de la Totalidad (Esencia-Existencia). Sus raíces simbolizan el Ser Supremo, la Causa Primera, la Raíz del Cosmos, el Espíritu Universal, la Esencia. Y sus cambiantes ramas representan el Samsara, el devenir empírico, la Existencia y su impermanencia.

    La Ficus Religiosa o “Higuera Sagrada” es conocida entre los budistas como el Árbol de Bodhi o el Árbol de Bo (el “Árbol del Despertar”, el “Árbol de la Iluminación”), pues se cuenta que debajo de un árbol como éste, Siddhartha Gautama (el Buddha) se sentó a meditar hasta alcanzar el Despertar o la Iluminación (Bodhi).

Leonardo Boff

¿Qué había antes del antes?

    ¿Qué había antes del Big Bang? Los cosmólogos sugieren que lo que había era el vacío cuántico, el estado de energía de fondo del universo, origen de todo lo que existe. Otros lo llaman abismo alimentador de todo ser. Condensación de él sería aquel puntito que primero se hinchó como un balón y después explotó dando origen, tal vez, según la teoría de las cuerdas, a otros eventuales mundos paralelos. Pero el vacío cuántico, última realidad alcanzada por la microfísica, es todavía una realidad discernible. Es el antes. Pero ¿qué había antes de ese antes discernible?

    En un programa de radio le preguntaron a Arno Penzias (premio Nobel de Física en 1978) qué había antes del Big Bang y del vacío cuántico. Él respondió: “No lo sabemos, pero razonablemente podemos decir que no había nada”. Inmediatamente llamó una oyente, irritada, acusando a Penzias de ateo. Él sabiamente respondió: “Señora, creo que usted no se ha dado cuenta de las implicaciones de lo que acabo de decir. Antes del Big Bang no había nada de lo que hoy existe. Si lo hubiera, cabría preguntar: ¿de dónde vino?”. Siguió comentando que si había la nada y de repente empezaron a aparecer cosas era señal de que Alguien las había sacado de la nada, y concluye diciendo que su descubrimiento podrá llevar a la superación de la histórica enemistad entre ciencia y religión.

    Lo que podemos decir honradamente es que antes del antes había lo Incognoscible, lo Impenetrable, el Misterio. Pues bien, los nombres que las religiones atribuyen a aquello que llaman Dios o Tao, Yavé, Olorum o cualquier otra Entidad, quieren expresar exactamente lo Incognoscible y el Misterio al que se refería Penzias. Por lo tanto, “había Dios”. Él no creó el mundo en el tiempo y en el espacio, sino con el tiempo y con el espacio.

    ¿Qué había antes del antes? Ahora podemos balbucear: había la «Realidad» fuera del espacio-tiempo, en el equilibrio absoluto de su movimiento, la Totalidad de simetría perfecta, la Energía Infinita y el Amor desbordante. Ni siquiera deberíamos usar tales nombres, pues los nombres surgieron después, cuando ya todo había sido traído a la existencia. Verdaderamente, deberíamos callar. Pero como somos seres hablantes, usamos palabras, aunque no dicen nada. Sólo son flechas que apuntan hacia un Misterio.

Aquí el artículo completo: ¿Qué había antes del antes?

Mitología

Yggdrasil

    Según la mitología nórdica, Yggdrasil es el Árbol Cósmico o Árbol de los Mundos en cuyas ramas, tronco y raíces se hallan los nueve Mundos o Reinos (planos de existencia o dimensiones) que constituyen el Universo.

    El nombre “Yggdrasil” proviene del nórdico antiguo Yggr (el terrible, el temible; en referencia a Odín, rey de los dioses) y drasill (caballo, cabalgar), de modo que “Yggdrasil” significa “Odín cabalga”, pues se dice que Odín cabalga sobre su corcel Sleipnir a través de todo el Árbol y así recorre los distintos Mundos.

    Los Nueve Mundos o Reinos son los siguientes:

    Muspelheim: Mundo del fuego (literalmente “hogar del fuego”); es habitado por los Gigantes de Fuego.

    Asgard: Es el Reino o Mundo de los dioses, por lo cual también se le conoce como Gotheim (que significa “hogar de los dioses”); es regido por Odín, llamado también Wotan. “Asgard” significa “lugar de los Aesir o Ases”. Los Ases son el grupo conformado por el rey Odín y los demás dioses principales.

    Alfheim: Es el Mundo de los Ljosálfar o Elfos de la Luz, por lo cual este Mundo también es conocido como Ljusalfheim.

    Vanaheim: Es el Mundo de los Vanir o Vanes (deidades que rigen el mar, la naturaleza, la fertilidad y la prosperidad).

    Midgard: Significa “Tierra media” o “Tierra del medio”; es el Mundo de los seres humanos; por esto, también es llamado Mannaheim (hogar de los humanos). Asgard y Midgard están “conectados” por un puente en forma de arco iris llamado Bifröst, el cual es utilizado por los dioses para viajar entre estos Mundos.

    Jötunheim: Es el Mundo de los gigantes, los Jötnar, rivales de los Ases.

    Niflheim: Mundo de hielo y niebla perpetua (de hecho, su nombre significa “hogar de la niebla”); se encuentra en las raíces de Yggdrasil. En este Mundo solamente habita el dragón Nidhogg, que roe las raíces.

    Svartálfaheim: Es el Mundo de los Svartálfar o Elfos de la oscuridad.

    Helheim o Hel: Es el Mundo de los difuntos y de la oscuridad, gobernado por Hela (Helheim significa “Hogar de Hela”), diosa de la muerte, hija de Loki (ser maléfico considerado por algunos como una deidad). Se dice que el nombre de este Mundo es el origen de la palabra inglesa “Hell” (infierno).

    Yggdrasil simboliza la Unidad en la diversidad, la Totalidad y el Orden.

Yggdrasil

Reflexiones

Los Grandes Mandamientos

    En varios pasajes bíblicos podemos encontrar los siguientes mandamientos: Dios es Uno. Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

(Levítico 19:18 / Deuteronomio 6:4-5 / Mateo 22:34-40 / Marcos 12: 28-31 / Lucas 10:25-28)

    El Maestro Jesús llegó a afirmar que no hay mandamientos mayores que estos; incluso a una persona que le dijo que estos valían más que cualquier sacrificio, Jesús respondió: no estás lejos del Reino de Dios. Esto se debe a que practicar estos mandamientos equivale a amar a Dios totalmente, como veremos a continuación.

    Amar a Dios con todo tu corazón significa amarlo con devoción sincera y profunda. Amarlo con toda tu alma es agudizar cada vez más la intuición, la percepción, para darnos cuenta de lo que Dios es realmente y poder “verlo” en todo y en todos. Amar a Dios con toda tu mente es mantener la atención enfocada en lo Espiritual, en lo Esencial, en lo verdaderamente importante. Amarlo con todas tus fuerzas es dedicarse por completo a las mejores y más elevadas acciones.

    “Amar al prójimo como a ti mismo” es amar a Dios, pues el prójimo son todos los seres humanos y también –en un sentido más amplio– los animales, la naturaleza, los seres vivos en general, el planeta Tierra, el Universo entero, porque todos son manifestaciones de Dios, Dios está presente en todo y en todos, y todo y todos estamos inmersos en Dios, somos Uno con Dios, somos Uno y Dios es Uno; por tanto, lo que hagamos al prójimo nos lo hacemos a nosotros mismos y, por supuesto, a Dios. Cuando tomemos conciencia de esto, se despertará en nosotros el amor al prójimo en su totalidad, pues comprenderemos que amar sólo a algunos es amar a Dios parcialmente.

    Amamos totalmente si, por ejemplo, somos generosos y solidarios, si nos ayudamos mutuamente, si respetamos nuestras diferencias, si buscamos el bien para todos, si damos a los animales un trato digno, si no contaminamos el medio ambiente, etc.

    Para todo esto es fundamental entonces que te ames a ti mismo no de una manera egoísta, sino para cultivarte y poder servir mejor al prójimo.

    Así pues, podríamos resumir estos mandamientos de la siguiente manera: Amar al prójimo como a ti mismo es amar a Dios, porque Dios, el prójimo y tú, realmente, son Uno.

Palabras Mágicas

AZOTH

    Esta es una de las palabras más misteriosas del ámbito esotérico, específicamente de la Alquimia; y es muy importante la simbología relacionada con las letras que la componen.

    En la palabra AZOTH, la A se refiere a la “A” latina, la “Alfa” griega y la “Álef” hebrea; están representadas por la misma letra porque son esencialmente la misma letra, lo cual alude a “un mismo origen”, “una misma fuente” y también a la Unidad; además, las tres son el inicio de sus respectivos alfabetos; ergo, representan el “comienzo de algo”. Las letras Z, O y TH representan a la “Z” latina, la “Omega” griega y la “Tav” hebrea, respectivamente, las cuales son las últimas letras de cada uno de estos alfabetos; por tanto, simbolizan el “final de algo”; asimismo, son letras distintas, por ello simbolizan la diversidad. La palabra AZOTH, entonces, significa que el conjunto de cosas diversas que existen en el Cosmos tienen un mismo origen, una misma fuente; que todo comienza, termina y vuelve a comenzar, es decir, todo es cíclico; y que tras la diversidad se halla la Unidad.

    En una de las imágenes relacionadas con esta palabra observamos algunos “opuestos” (Águila y León, Sol y Luna) entrelazados formando una Lemniscata (Infinito), en referencia a la ya mencionada cualidad cíclica de todo, y simbolizando la Totalidad y la síntesis de los opuestos.

Azoth